Julia, dulce jovencita, enamorada y decidida
a ello. Temblorosa pero decidida, parada, en frente de la casa, de su casa, de
casa de él… Mira hacia los dos lados, se toca el pelo histéricamente, suspira
resignada, adelanta hacia la puerta, llama…
Abre la puerta una mujer de mediana edad,
bella, madura, segura…
-¿Está él?- Pregunta nerviosa, se queda
mirando a la mujer fijamente.
-Se ha ido- Contesta serena.
-¿Cómo que se ha ido? ¿a dónde? Dijo que me
esperaría.
-Pues se ha ido.
-¿Ha dejado algún recado?
-No... –recapacita rápido- bueno sí, que no
le molesten.
-…ah... –Se queda desconcertada mirando el
suelo, pero levanta rápido la cabeza de nuevo- Por cierto, ¿quién eres tú?
-Hm… su novia...
-¿Su novia?... no no, creo que nos estamos
confundiendo, estamos hablando de él- A Julia se le queda muy mala cara.
-Sí sí, de él estamos hablando, chica, ¿te
pasa algo? ¿te encuentras bien? ¿quieres sentarte...?
-No, gracias, me voy, me están esperando...
–Rápidamente da media vuelta y se larga.
- …adiós...- La mujer, con la puerta casi
cerrada, observa cómo se larga a paso nervioso la joven y guapa Julia,
desconcertada.
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Él… se le oye desde el fondo del salón…
-¿Quién era cariño? ¿Otra vez los testigos
de Jehová?
-Sí...- responde ella cerrando la puerta y
dirigiéndose hacia la cocina. Mirando por la ventana, se sienta en la silla
sosegadamente a continuar con su trabajo.
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