miércoles, 28 de diciembre de 2011

De mayor quiero ser TREINTAÑERA

 De mayor quiero ser treintañera, rubia, pelo liso y lacio. Trabajar en una oficina como jefa de alguna sección, que me permita lucir los tacones todos los días y combinarlos con uno de tantos jerséis finos y caros de punto que tendré que marcarán mis pechos de silicona y mi fina figura. Me pondré pantalones que marquen, pero sin apenas estilo porque la ropa buena de marca es muy sofisticada. También vestiré faldas muy elegantes que me hagan aparentar muy sexy y pueda enseñar mis finas y bronceadas piernas tratadas varias veces por semana por tratamientos muy caros y sesiones de rayos uva. Cambiarme los pendientes todos los días, los dorados por los bañados en oro blanco, las perlas más grandes por los Swarovski más caros y delicados, espolvorearme en una nube de perfume caro, mirarme al espejo y sonreírme levemente pero prepotente con las manos colocadas bajo el pecho y la cabeza alta, pensando para mí lo picarona que soy y lo que puedo llegar a conseguir sólo con mi figura.
Viviré sola en mi propia casa, porque está claro que seré soltera, soltera de oro, sin hijos ni ataduras, porque soy joven y me voy a comer el mundo. Por la noche cuando llegue a casa, me tomaré un Martini con hielo tranquilamente sentada en el sofá, con camisón de seda, maquillada y puesta a punto, escuchando música de ascensor.
Los fines de semana iré de coctel, me haré coca con mis compañeros de trabajo igual de sofisticados que yo. El fin de semana entero encerrados en un chalet de lujo en una ciudad costera, bebiendo y esnifando, perdiendo el sentido del tiempo, perdiendo el sentido del sentimiento. Me acostaré con chicos jóvenes que encontraré de fiesta con algo de más metido en el cuerpo que estén dispuestos a todo o algo, chicos jóvenes cuyas mas jóvenes todavía novias estén esperando a su novio en casa, ignorantes, enfadadas, disgustadas, él no llega, él no llama, ¿dónde estará él?; chicos jóvenes amigos de mis compañeros de trabajo, chicos jóvenes a los que invitaré a polvos blancos y bebida. Chicos jóvenes a los que en todo caso puedo mantener si me interesan, y si eso robarles algún hijo. Hacer que se corran dentro de mí, mintiéndoles diciéndoles que tomo la píldora.
El domingo me levantaré ligeramente resacosa y decaída, pero me levantaré con un aspecto muy sexy, con una lencería cara con un ribeteado de encaje negro y un batín de seda.
Después de todo, puedo permitirme ser madre soltera del niño robado al joven guapo con novia más joven todavía, porque soy una mujer moderna, ah, y sofisticada, porque trabajo en una oficina de jefa de alguna sección de importantes marcas, y voy a comprar el pan vestida en blanco y con perfume caro, y no tendré nada que hablar con las otras señoras porque yo no seré como ellas y no tendremos ningún tema de conversación en común, yo no hablaré de esas cosas de las que las mujeres vulgares, gordas, de barrio, casadas, con hijos y descuidadas hablan; yo hablaré de… de nada, porque no tendré a nadie con quien hablar, sólo en el trabajo, miradas, guiños, esquivas, quedadas clandestinas con jóvenes hambrientos en el baño. Esperaré al próximo jueves para poder volver a encontrarme con algún otro chico desorientado y ebrio al que absorberle el alma.


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